Porque éramos amigos y, a ratos,
nos amábamos;
quizá para añadir otro interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.
Pusimos un tablero enfrente de nosotros:
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.
Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.
Henos aquí hace un siglo, sentados,
meditando encarnizadamente
cómo dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.
Volver a Rosario Castellanos
Bellísimo hallazgo he realizado(tardíamente, es cierto), de este poema de Castellanos. Que contradictorio, Amigos y amantes centenarios, pero empecinados en aniquilar al otro.
Me prometo leer a Rosario Castellanos. Tiene chispa.
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