Cuando el tiempo se detuvo definitivamente
sobre las piernas de los que fueron muchachos,
sobre las cabezas de los que fueron ídolos,
sobre la habilidad que hoy es terca,
no les quedó más a estos hombres fieles
que juntarse semana a semana en la cancha de tierra,
con todos los nietos en las galerías,
con sus mujeres gordas, pero desafiantes,
para patearle tiros libres a las canas,
a ver si de lejos sorprendían a la muerte.
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