Poemas de Santiago Azar
- Canto de dolor y muerte a las viudas de Lota
- Con cien pesos en las manos
- Cuando el mar te regrese
- Cuando llama la poesía...
- De Rokha al abordaje
- Domingo de visitas
- El hábil muchacho de la camiseta roja
- El otro
- El pez inquieto
- Epitafio para un vivo
- Fotografía instantánea
- He aquí todo lo que soy y seré por siempre...
- La crucifixión
- La pantera de barro
- Los cinco niños del mar
- Mujer de fuego
- Nos amamos en una bicicleta
- Otro
- Promesas de un desorientado poeta
- Recados para la mujer de los inviernos
- Recital de mis arañas
- Rojos tus cabellos
- Silencia XIV (La náufraga)
- Soy poeta
- Tu vestido verde
- Una mujer llamada Sola
- Viejos cracks
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Santiago Azar:
Mujer de fuego
Les contaré que existe una mujer
que me persigue en cientos de llamas.
Me busca segundo por segundo debajo de su cama,
en el jabón que corre por su cuerpo,
detrás de cada puerta o encima de la luna.
Morena, yo soy libre como una ola,
tengo un corazón repartido entre muchas,
mi lengua envuelta en quizás qué ropas,
mi sangre en tantos cabellos ondulados o
verás mis huesos derretidos en esas sábanas ardiendo.
Mujer de fuego, no me persigas con tu amor de miel,
no me sigas, muchacha, un beso no significa
la eternidad del cuerpo entero junto a tu boca;
un beso es un niño rebelde que arde
en el musical latido de mis labios.
No puedo negar que tu pecho atrae a los planetas;
querida, me deslumbran tus ojos de niña y
tu rostro como un espejo lleno de pecado.
El amor corre de boca en boca y
de mano en mano sobre el hombre y la mujer.
Qué vale tanto acoso a las venas de mi corazón!
Ha llegado el momento de desearte buen viaje y
dejarte tan simple como una gota de lágrima,
Adiós amor, no me sigas pues ya ha desaparecido el poeta
en las rojas cenizas de la mujer de fuego.
Recital de mis arañas
Estoy condenado a destripar el corazón de las arañas,
a poner los dedos dentro de la caldera de una flor.
Estoy arrestado en las prisiones de una lágrima con cuchillos.
mastico el cuesco amargo de un día oscuro
y paseo en la niebla sucia que destapa a los caballos en los campos.
Me he hecho débil como una copa sin vino,
que ni esta canción me pertenece completamente.
Y después, arribará el diablo vestido de mujer,
ofreciéndome pan, versos en ediciones de lujo,
zapatos incendiados en la boca poderosa de una estrella,
autógrafos anónimos para que nadie me encuentre,
kilos de juventud esparcida en piernas y manos.
Y así se me presentará el diablo,
vestido de mujer, guiñándome el ojo varias veces,
seduciéndome con un beso que recorra mi sexo y pecho,
mas no sacará nada, nada podrá arrebatarme,
porque en las arañas de este cuarto húmedo,
ya he tenido mi abundante infierno.
Otro
Otro, otro cigarrillo
para esta cruda noche de tumbas;
otro cigarrillo, para subir por el humo tembloroso.
La vida no tiene vuelta,
entre estas paredes que dijeron,
entre estos muebles que hablaron,
como tantos platos y su silencio.
La guitarra se me cae y cae,
y el mundial infierno reside en mi oscuridad.
El reloj me dice que no va el invierno y
que el olor a lágrima seca está conmigo.
Venga otro cigarrillo, otra copa,
pues quiero ir al río del olvido,
al caballo sudoroso de la derrota:
Ya me canso, ya me voy, ya me muero.
Cuando llama la poesía...
Cuando llama la poesía,
cuando el grito desesperado del verso
clama por mi sangre,
sólo los muertos resucitan y me esperan
pues de ellos es parte mi alma,
es parte del soldado que aquí
todos los días trabaja.
Cuando llama la poesía,
los muertos reciben mis besos
porque también a ellos pertenezco.
Silencia XIV (La náufraga)
Vas a ser mi náufraga porque destrozaré tu barca,
te destrozaré chocando contra las rocas,
te ahogaré por debajo de la luna.
No dejaré siquiera una balsa para que respires un segundo.
Respiro, y yo soy el mar que ahora te invade.
Vas a morir despacio en esta noche de torbellinos,
vas a desaparecer despacio cuando aparezca la tormenta,
y mis relámpagos cristalinos, y mi boca como trueno,
y mis manos como ventisca por tus rocas.
Vas a ser sólo una mujer flotando en la inmensidad del océano,
y el amanecer no aparecerá sin que nuestro fuego se apague:
se apague con la sal de tus senos, las lágrimas de tus pezones,
el llanterío de tu vientre y de tu piel.
Vas a ser tragada por este pez inquieto,
vas a convertirte en pez y esta vez yo seré el pelícano,
no quedará nada de ti cuando resucites, difícilmente resucites.
Vas a ser mi náufraga porque destrozaré tu barca,
no existirán islas ni maderas; amor, sólo marea.
Vas a ser mi náufraga y yo seré la barca hundida en tu cuerpo.
Recados para la mujer de los inviernos
Aquí, hoy, en la desesperación de los inviernos,
me recuesto a tu lado, mi mujer de secretos y llamas.
Quiero sembrar en tu pecho los besos del tiempo
y en los veranos venideros recoger el trigo en este lecho.
Ya sé que deseas que tu nombre lo pronuncien las gentes,
que cuente del inagotable camino que cruzamos,
mas yo te pido silencio y que sólo cante el susurro en la oscuridad,
sólo quiero tu voz de campanas para mis rudos oídos,
sólo quiero tus piernas como árboles fijos en mis manos,
porque me ha despertado toda la lluvia que traes a cuestas,
ese aguacero que revienta por la lengua,
ese trueno que destapas en un grito a las estrellas.
Pero te pido silencio, para que cerquemos nuestro pequeño país,
para que cerremos las puertas al extranjero
y vivamos las multitudes de este universo
en el barco veloz y rotundo de tus labios.