Blow, winds and crack your cheeks
Shakespeare
Sobrevuelan los buitres mi ceguera de nieve.
Ladran los perros. Anda
despierta la mentira mientras la esquirla afila
su venganza agudísima por mis ojos nublados.
Un erial pedregoso como una penitencia
abona mi osamenta y nutre la morada
flor antigua y sin savia de los días pasados.
Leve flor sin raíces, ni color ni perfume
que deshoja su lento tránsito de minutos
sobre el desconcertado esqueleto del perro.
Una luz boreal, más débil que mi sangre,
entristece mi reino y por las caracolas
se despeña el aullido del arrepentimiento.
El mundo se ha incendiado como un árbol podrido
que ofrece al rayo un torpe fantasma de vigilias,
el espectro dudoso de su sola orfandad.
Yo he prendido esa mecha.
Ahora debo purgar mi error y mi soberbia
con este caminar sin curvas ni horizonte,
por este espacio ancho, como de última aurora,
con simiente de lobo y lengua de serpiente.
Ah, mis ojos cegados en la noche confusa
de la víspera, oh turbio eclipse del sentido,
duro como la tierra yerma por la que vago.
Recién desembarcado en la desolación,
un helado anticipo de largo escalofrío
quebrará la mañana con su silencio blanco.
Entonces será el buitre y el colmillo del perro,
la carroña, el pantano, la lechuza en las torres.
Volver a Santos Domínguez Ramos
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