Poemas de Elías Nandino
- Aventura
- Búsqueda espacial
- Confesión
- Crimen
- Décimas a mi muerte (I)
- Décimas a mi muerte (II)
- Décimas a mi muerte (III)
- El mismo amor
- Idilio incorpóreo
- Intima
- Mi primer amor
- Milagro
- Nocturno
- Nocturno cuerpo
- Nocturno difunto
- Nocturno llanto
- Para que me defiendas
- Perfección fugaz
- Poema en tu cuerpo
- Si hubieras sido tú
- Tardío aprendizaje
- Verdad bronca
- Vivo y me desvivo
- Voz de mis soledades (I)
- Voz de mis soledades (II)
- Voz de mis soledades (III)
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Elías Nandino:
Confesión
El poema íntimo,
el que no escribo:
solo
lo cohabito contigo.
Vivo y me desvivo
¡Longevidad maldita!
¿por qué si soy ceniza
mi cerebro está en brama
y mi lujuria cunde
hasta las marchitas zonas
de mi carne aniquilada?
¡Longevidad maldita!
llamarada helada,
tantálico averno
de concupiscencia rezagada.
Toda belleza humana
aún me despierta la esperanza
de gozarla
y vivo y me desvivo
eyaculando,
sólo orgasmos de lágrimas.
Milagro
Con mis labios valoro tu presencia
ungida en sombra -oscurecido vino-
siguiendo el suave litoral marino
de la medrosa flor de tu inocencia.
El tacto, al deletrear tu adolescencia,
percibe la belleza del camino,
que aumente mi pasión y yo me obstino
en ganarme el azúcar de tu anuencia.
Labios y tacto en atrevido nudo
cruzan la noche de tu piel de lumbre
grabándote el sabor de lo ignorado.
Y atado al goce de tu amor desnudo,
vivo el instante de la certidumbre
de haber construído tu primer pecado.
Aventura
No sé cómo viniste hasta mis manos
a llenar las tinieblas de mi lecho,
y a juntar tus encantos con mi pecho
realizando las horas que gozamos.
Aventura perfecta que libamos
en un secreto, bajo el mismo lecho,
hasta llegar al goce satisfecho
y sin saber por qué nos encontramos.
Vibración de contacto sin historia;
un recuenrdo grabado en la memoria
ignorando con quién fue compartido;
porque llegaste al beso de la noche
calmaste mi pasión con tu derroche
y te fuiste dejándome dormido.
El mismo amor
a J.G.M.
Amor, desnudo amor que haces regreso
en otro cuerpo de distinto aroma,
pero siempre el amor, amor eterno,
adolescente amor, inmadurable.
Reconozco en la luz de tus locuras
los mismos astros, la ternura misma,
el ave tierna de imbesados labios,
y vuelvo a comenzar lo inacabado...
Otro nombre y el alba de otra risa;
otras manos de tacto diferente,
otro bosque de frutos imprevistos;
pero dentro de mí -fiera indomable-;
el mismo amor que florecí hace siglos,
el mismo amor, enamorado siempre.
Mi ramaje de invierno se estremece
al sufrir tu presencia inesperada,
y sin saber por qué, se primavera
el cauce muerto de mi muerta sangre.
Soy de nuevo el de ayer, ascua creciente
en esta llaga -esperanzado polvo-,
que se aviva de nuevo con tu clima
y florece en tu tallo, su ternura.
Amor, desnudo amor que yo creía
muerto en la fiebre de mi vida trunca,
el mismo amor con que aprendí a morirme
en cada espera de insoladas ansias:
el amor de mi amor nunca extinguido,
el siempre adolescente amor ¡tan mío!
que vuelve a renacer en mis ocasos.
El amor de mi amor, naciendo siempre,
que se anida en el grito de tu sangre
para vivir su última caída.Nocturno
Cada mañana, al despertar, resucitamos;
porque al dormir morimos unas horas
en que, libres del cuerpo, recobramos
la vida espiritual que antes tuvimos
cuando aún no habitábamos la carne
que ahora nos define y nos limita,
y éramos, sin ser, misterio puro
en el ritmo total del Universo.
Porque al dormir morimos sin saberlo;
nos vamos al espacio en ágil vuelo
sin perder la unidad que nos integra,
y somos como somos: idénticos, sin cambio,
extensos y desnudos
como el azul en el temblor del aire.
No extrañamos el cuerpo; no sufrimos
la ausencia de la piel que nos cobija;
somos como antes de nacer: etéreos,
vivos en plenitud de firmamento
y penetrantes como luz en sombras.
Y nadie, cuando duerme, acaso piense
que yace en los dominios de la muerte:
porque el cansancio, apenas agonía,
nos borra la razón,
desciende con ternura nuestros párpados,
apaga nuestros ojos,
anestesia la carne y nos separa de ella
para dejarnos vivos en el sueño.
Y esta costumbre de morir a diario,
sin dolor, sin sorpresa,
natural como el agua
que se deja atraer por el declive,
no nos deja pensar que es una muerte
cada vez que dormimos,
y que, de cada muerte transitoria,
aprende nuestro ser
la verdad de morir su muerte eterna.