Poemas de Johanna Godoy
- A la hora de la verdad
- Ajmaq
- Casa de mujeres
- Con ganas de comerte...
- Desde la pupila del buitre (El sol nace...)
- Desde la pupila del buitre (La vida se enciende...)
- Deseo
- El bolero del no
- El sacrificio
- El último héroe
- Este breve e inmenso cielo
- La mujer
- Los gatos
- Naces de nuevo
- Qué haré con mi vida
- Reflejo I
- Soy lapidaria
- Todos somos
- Tzi kin
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Johanna Godoy:
Con ganas de comerte...
Con ganas de comerte
primero un pie
luego el vientre
Recorrer tu maravillosa
pequeñez
con la lentitud
que el placer sensual
exige
Y respirar ese olor
que me ayuda a reconocerte
inconfundible
dentro de la multitud
ese olor que invita
a la pasión de Yocasta
nunca olvidada
en los recónditos extremos
del corazón materno
Este breve e inmenso cielo
Este breve e inmenso cielo
gestado dentro de mí
vio el horizonte
entre aullidos y maldiciones
A sus colores recurro
en todo tiempo
para renovar esperanzas
y llenarme del agua
de su mirada
Mi pequeño cielo
ocupa el espacio del futuro
y planta mi huella indeleble
en el espacio de la vida
Qué haré con mi vida
¿Qué haré con mi vida?
¿Qué haré con mi vida?
La disolveré
y cada hoja de colores
se la pegaré
en el corazón
a ése que amé
y hoy me es lejano
le pondré
dos o tres soplos
para que alcance
el cielo
sin que extrañas manos
la manipulen
¿Qué haré con mi vida?
me preguntas
cuando me miras
sumida en mi frasco de cristal
bajo formol frío
destiñendo
color a color
cada uno
de los sueños
Reflejo I
Te beso
y me beso
sólo existe un hueco sordo
en medio del cuerpo
Nadie
mitiga
su calculado destino:
la soledad
Te abrazo
y me abrazo
nómbrame
y seré creada
Sólo existo
en el corazón de Otro
Tus labios
me paren
porque la vida
finalmente
no olvida que existo
Soy lapidaria
Soy lapidaria
(ante todo)
con pecados
dudas
contradicciones
quiero tirar
la primera piedra
Tzi kin
Emplumado común, zanate asesino, hueles la imprudencia del dé-
bil. Ignoras la oscuridad de tu plumaje y el ansia cabrona de la
ciudad que te cerca y te arrincona cada vez más. Soportas los
estertores luminosos con holgada resignación y jamás darás por
acabada tu propia corrientez primorosa.