Norma Segades Manias

Poemas de Norma Segades Manias

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Norma Segades Manias:

Andamios en el viento

Yo edifiqué este amor.
Con fragmentos de oscuras inocencias,
con torpes esqueletos de caricias,
con harapos de sueños,
con astillas de heridas sin cerrojos,
con retazos de olvidos,
con silencios,
con este terco corazón obrero
enhebrando
una a una
las miradas
hasta llegar al beso.

Yo edifiqué este amor.
Me desollé las manos
y el alma
para hacerlo.
Desgarré la agonía de mis pieles
en el seco perfil de tus misterios,
en tu salvaje lluvia de raíces,
en tu escasa ternura,
en la eterna aspereza de tus miedos,
en el rencor marchito de tu zarza,
en la estirpe indomable de tus fuegos.

Yo edifiqué este amor.
Establecí mi sumisión descalza
como piedra y cimiento,
lo parí con la fuerza de la tierra
en la orilla de enero,
lo afirmé como hiedra a tus murallas
de aguijones sin tiempo...
y lo sostengo
a pura garra y dientes
entre racimos de cuchillos negros.

A pesar de la sombra

Deja que me establezca en tu silencio.
Afuera,
las tinieblas liberan sus jaurías...
el odio está acechando en los senderos
con los hocicos fétidos
de sus perras hambrientas.
Puedo escuchar las zarpas de la noche
deshilachando tréboles,
diseminando dagas de ceniza
en muslos de violetas,
enterrando
en muñones de rocío
su dardo agudo,
su desnuda greda.
Aquí,
junto a tu pecho,
las caricias construyen un lenguaje
de vértigo y hogueras
que llovizna en la piel de mi ternura
como sobre una copa soñolienta
donde
el amor
se esperma de raíces,
de linfa y lunas ciegas.
Vamos a enarbolar esta locura
de ser sobrevivientes,
a inaugurar liturgias infinitas
a fecundar la sed de antiguas fiebres,
vamos a naufragar en la esperanza
como en un archipiélago desierto...
hasta sentir que somos un refugio,
una legión de sueños
sin fronteras
donde la sangre eriza barricadas
y quebranta las proas del olvido
con sus amuralladas transparencias.

Hasta los dientes

Uno no puede,
siempre,
andar gritando al mundo a voz en cuello
todo lo que te quiere.
Uno no puede,
a veces,
olvidar el idioma en que la vida
anda sacrificando mariposas
bajo nuestras promesas de Septiembre.
Por eso son forzosos los crepúsculos,
cuando el cielo en silencio nos desteje
sus ovillos de noche estremecida
por un filo acechante de jazmines
y rosales silvestres.
Por eso son vitales las caricias,
la risa al viento,
el beso que sucede
y nos exilia de la hipocresía,
de los negros olvidos,
de la lluvia
con que el odio desnuda la intemperie...
y nos enciende huecos de panales
y nos amarra al borde de la luna
como gaviotas a lejanos muelles.
Por eso,
en ocasiones,
suelen ser perentorias las miradas
que escrutan la tibieza de las pieles.
Esas que acaso trenzan la ternura
en la semilla pura de tu vientre
para ejercer el cielo o el abismo,
las del reloj de sangre,
las que engendran
la magia prodigiosa de los duendes.
Por eso,
¿de qué sirven las palabras?
¿no es hermoso
ir armados de amor hasta los dientes,
sin más desvelo que morder la sombra
en la hondura ritual de tu relieve?
sabiendo que a pesar de todo esto,
uno nunca ha podido,
uno no puede
andar gritando al mundo
a voz en cuello
todo lo que te quiere.

Desde todo el silencio

Después de tanta furia compartida,
después de tanta angustia,
de horarios de oficina,
de olores de frituras,
de tantos desencuentros.
Después de tanto ocaso sin jazmines
y caballos de lava derretida
y látigos de fuego.
Después de tanta muerte a la deriva,
de tantas cicatrices en el alma.
Después de tantos sueños mutilados
en la orilla del tiempo...
sentados en mitad de nuestra vida,
donde todo se sabe
y todo calla...
quiero hablar de la otra,
compañero.
Quiero advertir que abajo,
abajo del cansancio sumergido,
de la ceniza cruel en los cabellos;
debajo de las formas inconstantes,
donde se tensa el arco de mi vientre,
donde se eleva,
ansiosa,
la redonda lujuria de mis senos,
donde encuentras la hembra que me habita
cuando azota aldabones el deseo...
Allí,
donde el silencio es una hoguera
consumiendo los pétalos,
donde hay huellas de sangre fugitiva
y lunas sin caderas...
hay alguien que agoniza,
hay alguien que mastica los silencios,
una mujer de corazón desnudo
que desea quitarse los disfraces
y gemir por caricias verdaderas,
y aullar que,
algunas veces,
son casi imprescindibles los 'tequiero',
y reclamar a gritos la ternura
que extraviamos,
un día,
entre el feroz instinto de las pieles.

En este tiempo

Ya sé que habrá mañanas sin tus besos,
sin tu piel
donde el sol despeña el polen
de su estambre escarpado,
sin tus ojos tiñéndome de estrellas
y aromas
y espesuras
y racimos
la salvaje matriz de la esperanza.
Ya sé que
en la maraña
la vida está afilando sus relojes,
taladrando silencios transparentes,
precipitando zarpas.
Sé,
pero aquí me quedo.
Soy custodio
del sueño,
del verano,
de la magia,
de esta ternura azul hecha raíces,
de tu risa descalza.
Quiero quedarme aquí,
en este tiempo
en que sólo tenemos las palabras
y caderas de lunas fronterizas
y pájaros sin miedo
y ciegas madreselvas en las tapias.
Quiero quedarme aquí,
quiero quererte
en este territorio,
en esta tregua,
en esta adolescencia trasnochada
y andar con la alegría en bandolera
con la insolencia socavando escarchas
y la franqueza al viento
y las caricias
y algún ramaje cómplice de vuelos
deshojando campanas.
Quiero quererte aquí,
donde te quiero,
en este tiempo de riberas lacias,
al borde de la sed
y los incendios
bajo la quieta luz de las acacias.

La espera

Junco de soledad en el rocío,
brizna de hierba clara...
hilvanando la ausencia del espinel maduro
por la trama de hogueras y tinieblas que ciñe lejanías a su pequeña torre sin campana,
la Ramona Gamarra esmerila la sombra
desde cajones huérfanos,
desde escamas,
desde agudos silbidos que no llegan,
desde puñales negros y cenizas,
desde espumas amargas.
La noche ha delineado las huellas de la luna
y en el regazo de pan duro y agua,
sus manos pescadoras crecen en el linaje del silencio cobijando la sangre,
el sueño,
la esperanza...
Extendidas y verdes,
las islas multiplican horizontes,
destiñen la distancia
Y en ese agobio de arenal y esteros,
ella custodia plumas bautismales,
apacienta insurrectas marejadas,
inmoviliza el viento,
establece un sendero para el remo y la proa tajante de la barca.
Sentadita en la orilla,
víctima de las garras de una feroz jauría de crepúsculos,
deshabitando el grito que la abisma por las grietas del alma,
en mitad de la escoria agonizante,
suspendida en la tarde que naufraga...
junco azul...
breve brizna...
garza leve...
aguardando la harina y el abrazo espinoso...
la Ramona Gamarra...