Víctor Corcoba Herrero

Víctor Corcoba Herrero nació el 6 de septiembre de 1958 en un pueblo ubicado en la provincia de León (España). Desde pequeño se sintió atraído por el mundo de la literatura, siendo un voraz lector desde la más temprana edad. Además es un gran viajero, apasionado de los paisajes de su tierra pero admirador también de otras geografías. Actualmente reside en la ciudad de Granada donde trabajo como redactor jefe de la revista de Proyecto Hombre de dicha localidad.
Pese a haberse recibido de la carrera de Derecho, no ejerce como tal, sino que se dedica al periodismo y a la escritura. Además cultiva la poesía, la narrativa (cuento y novela corta) y la biografía.
Cabe mencionar también que es conocido su gran conocimiento sobre el flamenco, no sólo ejerce la crítica formando parte en diversos jurados de índole nacional sino que además colabora en determinadas revistas dedicadas exclusivamente a este arte.
Entre sus obras poéticas podemos mencionar "Voces Blancas", "Corcobismos", "Frutas silvestres" y "Latidos de Silencio" y entre sus creaciones narrativas, "Conversaciones en el Bierzo" y "Raíces Granadinas". En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "Bajo los aires de primavera", "La paz conlleva respeto" y "Los deberes de la vida".

Poemas de Víctor Corcoba Herrero

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Víctor Corcoba Herrero:

Bajo los aires de primavera (I)

Nívea de fragancias y esperanza
nos despierta las ganas de vivir,
nos renace el amor y su latir
de versos, nos dona etérea danza.

Un dulce albor de vida se nos lanza
en primavera, sólo hay que sentir
la voz del Creador, y el alma abrir
a la estela de luz, que nos alcanza.

Nos retoña el amor entre las flores,
y las flores nos donan la alegría,
el gozo de los altos miradores.

Horizonte que nos renueva el día,
ante el animoso viento de amores,
que nos resucita en la poesía.

Los deberes de la vida

Vivir el día a día,
y en el día vivir:
cortés en las formas,
gentil en el fondo;
para donarse a la existencia
y darse vida en la vida.

Haré una buena acción
y no lo diré a nadie
y no lo echaré en cara
y no diré sí,
sí tengo que decir no.

Nada de prisas ni de pausas,
y si muchas risas y rosas,
para que el amor
tenga su poso de paz,
al igual que el cauce del río,
rimas que donen aire.

Que la risa es para el mundo
lo que el beso del sol
para la flor,
lo que el beso de la luna
para el verso de la noche.

Me niego a estar disponible
para el odio,
me niego a estar ocupado
por la violencia,
me niego a no ser yo.

El yo en la poesía es el otro,
una manera de vivir,
una moneda sin cambio,
una entrega sin condiciones,
y una condición sin límites,
el amor de amar amor.

Por todo ello, Dios:
Ven a mis soledades
aunque no me sienta solo,
ven a mis silencios
aunque pase de tu voz,
ven a darme cobijo
aunque no lo merezca,
porque haya suspendido
los deberes de la vida
y no tenga derecho a nada.

Bajo los aires de primavera (II)

Primavera es un aire que serena,
y una sombra que asombra y sosiega.
Primavera es una luz que no ciega
y un timbre de tonos que se ordena.

En primavera la pena no es pena,
porque brota el amor y la entrega.
Rosa entre las rosas, nadie la niega,
todos quieren sus labios por condena.

Llena de alma y de suavidades viva.
Llena de Dios y de amor profundo.
Llena de luna, su faz me cautiva.

En su cristalina mirada me hundo,
y que el poeta lo escriba y reviva,
que primavera ha llegado al mundo.

Buscando a Dios

«Estas son tres formas elementales de la experiencia de Dios
y de la relación con Dios;
nosotros vivimos por obra de Dios,
ante Dios,
y podemos vivir con Dios»
(Gerhard Ebeling, «Sui Salmi», Brescia 1973, p. 97).



A Dios hay que buscarle
en el verso de la vida,
en la vida sigilosa
y en los latidos del alma.

Dios se halla en la pureza
del cielo y en el culto
a la verdad más nívea,
y en la luz más etérea
del eterno y cautivo verso.

Porque...
por amor, Dios creó al mundo,
y del mundo es su Señor,
manantial de orden moral,
río de alegría y mar de gozos.

A Él se llega
con las manos inocentes
y el corazón limpio,
con los labios abiertos
al lenguaje de la autenticidad,
con el abecedario de la entrega
a los últimos
y con los bolsillos vacíos.

Sólo Dios nos ama
con un amor alto y vivo,
comprensivo y paciente,
como un Padre amoroso,
que no tiene otro compás,
que la compasión y la piedad.

La mano de Dios,
es una mano que perdona,
y una voz que es camino,
y un camino que es esperanza.
Sólo hay que seguirle y abrazarle.

Manifiesto del amor

Quise medir el amor
con los labios del mar,
y el mar me bañó de versos
con los labios de tu boca.

Tu boca es el olvido del yo
y la memoria del alma
que se funde y se confunde.

Porque el amor
es la necesidad de salir
de uno mismo
y de entrar en el otro
como luna en la mar.

Y el mar con el amor
es un poema de vida,
en busca de soles y de sales,
un aire de rosas en llama.

Una llama que se enciende
con los ojos del alma,
que crece con los oídos del pulso,
y con el tacto de la poesía.

La poesía como el amor
nunca pasará de moda,
siempre nos resucitará
todas las bondades
y todas las virtudes.

Si quieres ser correspondido
con el beso del amor,
ama tú y espera,
que la espera aviva y revive.

Revive y aviva la rosa del amor,
que lo es todo en todos,
y que nos vuelve nada en la nada.

Que cada cual verse al amor
como quiera verse y abrazarse.
Que cada cual verse al amor
como quiera morir y renacerse.

Que cada cual verse al amor
como el amor versa a la vida,
donde los acantilados encantados,
conciertan la desnuda sonata
del gusto en el gesto del goce,
tan anudado como anidado,
tan acompasado como acompañado,
y tan compartido como repartido.

Ante la crisis de autenticidad

I

Ante tanta crisis de autenticidad,
registremos la poesía como signo
de identidad y señal de amor.

II

La educación hace al hombre.
Le ayuda a hacerse a la vida.
Y a vivir más humanamente.
Y a penetrar en el corazón.
Y a ser más de la poesía que del poder.
Como ésto no es así,
propongo rehacer la reeducación.

III

Lo educativo como creación.
La creación como arte.
El arte como vida.
La vida como belleza.
La belleza como rasgo de la poesía.
La poesía como estela de luz.
La luz como luz para caminar.

IV

La más nívea formación,
consiste en transformar
el bien cultural, en bien educativo.
Y lo educativo en un acto de amor.
Y el amor en un acto de poesía.
Y la poesía en un acto de esperanza.

V

Las edades de la vida,
son como escaleras del verso,
cuántas más subes,
más gozosa es la bajada.

VI

La urbanidad es una obligación
vital para crecer por dentro
que es lo que vale y lo que vive.

Lo que vive y lo que vale,
son los latidos del alma,
la ética de la estética,
la acción de los maestros,
que cultivan lo que predican,
por herencia de la coherencia.