Poemas de Romeo Murga
- A lo lejos... un canto
- Ausencia
- Canción en la hora del olvido
- Con baja y lenta voz
- Cuando seamos viejos
- El organillo
- Elegía en recuerdo de mi infancia
- Gracias
- Invocación
- La égloga del amador
- La lluvia y tú
- Lejana
- Madres de los poetas
- Mi voz no es más que un eco
- Morena
- Morirás un día.
- Palabra de amor
- Soledad, otoño
- Tu voz
- Tus ojos me miraron
- Una tristeza fiel
- Yo soy el hombre silencioso
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Romeo Murga:
Gracias
Mujer, la de esos besos, la de esos largos besos,
la de esos besos breves, húmedos y calientes,
la del regocijado sonreír en la sombra
que iluminó la vaga blancura de sus dientes:
la de la casa humilde, con ventanas humildes,
en la calleja oscura, soñolienta y callada:
la que entre beso y beso me lo decía todo,
aunque entre beso y beso no me decía nada:
la del mirar risueño, la del reír risueño,
la del querer ardiente, violento y extenuante;
la que vivió conmigo, con nosotros, con ella,
esa noche de amor corta, como un instante;
la que turbó el solemne silencio de esa noche
con la voces amargas y dulces del pecado;
la que dejó en mis brazos, en mi ser, en mi vida,
eso que es el recuerdo de que nos han amado.
Gracias, mujer, la inquieta, la de este pueblo quieto,
la de la esa noche alegre, porque tú la alegrabas;
gracias, la de los rojos besos interminables,
por esos besos rojos e interminables, gracias!
La lluvia y tú
Llegó la triste noche oscura;
pasó la lluvia y no llegaste.
Para endulzar tanta amargura
no habrá miel rubia que me baste!
Llegó la noche, pasó la lluvia
Y no llegaste.
Después nos quisimos, es cierto,
y hasta casi olvidé ser triste;
pero esa amargura no ha muerto;
junto a tu fiel recuerdo existe:
Vino la lluvia, se fue la lluvia
Y no viniste.
Madres de los poetas
Madres de los poetas que en el pasado han sido,
vengo a hablar con vosotras de vuestros hijos tristes.
Carne doliente, en vuestras entrañas han dormido
y no los conocisteis.
Madres de los poetas que en el presente son,
con vuestra eternidad de ternuras y arrullo
calmaréis a los mares y al viento arrasador,
pero no al dolor suyo.
Madres de los poetas que mañana serán,
sobre la tierra fría se perderán sus pasos;
buscarán nuevas sendas y nunca dormirán
sobre vuestros regazos.
Madres de los poetas que son, serán, y han sido,
garganta de esos cantos, surco de esas semillas,
árbol que no dio flores y que en otoño ha visto
dispersarse a lo lejos sus hojas amarillas.
Vosotras que supisteis su inocencia primera,
gritad que fueron buenos y que amaban a Dios.
Grande fue su pasión por la carne terrena,
pero más grande fue su amor.
Llorad por sus dolores y sus ansias secretas,
por sus manos crispadas y por sus alas rotas.
Llorad por vuestros hijos, madres de los poetas,
que, por consolaros, lloraré con vosotras.
El organillo
Organillo sonoro de la música vieja,
¿Qué poema doliente se estremece en tu voz?
Esa canción amarga que se acerca y se aleja,
¿es un suspiro largo, o es un supremo adiós?
¿Qué quimera brutal, vieja y desconocida,
allá en tu pecho engendra esa trémula voz?
¡Has querido ser triste para llorar la vida,
o es que quieres ser hombre para sentir a Dios?
Organillo sonoro de la música vieja,
de la canción amarga que se acerca y se aleja,
yo te daré mis sueños, tú me darás tu voz,
y así, en el curso largo de esta senda afligida,
los dos seremos tristes para llorara la vida,
los dos seremos hombres para sentir a Dios.
Cuando seamos viejos
Cuando seamos viejos, todo este amor enorme
se irá por los caminos y brotará en los huertos,
y será una ilusión muy lejana y deforme
que enturbiará la paz de nuestros ojos muertos.
A la tarde, soñando con lo que ya no se ama,
mascaremos recuerdos de amor en el tabaco,
y el amor temblará como una débil llama
en nuestra carne vieja y en nuestros rostros flacos.
Todo el pasado claro se asomará a tus ojos
y dormirá en tus ojos una eterna agonía,
ya no nos dolerán ni guijarros ni abrojos
y apenas sufriremos de vivir todavía.
Sólo nos quedará la voz, y no la misma
con que hoy, serenamente, nos besamos de lejos.
De esta ternura inmensa que en nosotros se abisma,
¡cómo iremos a hablar, cuando seamos viejos!
Tus ojos me miraron
Tus ojos me miraron, te miraron mis ojos
y nunca más nos hemos vuelto a ver.
Fue tan sólo un instante, no más, pero en él supe
que tú eras la elegida que pasaba a mi lado,
que tú eras la que hubiera podido ser, un día,
amadora de todas las horas del amado.
Habría sido el único corazón para el mío,
pero tu corazón, como un ave, se fue.
Tus ojos me miraron, te miraron mis ojos,
y nunca más nos hemos vuelto a ver.
Toda entera venías hacia mí, toda entera
hacia ti me empujaban los vientos del azar.
Pero al hallarnos, fuimos como dos barcos locos,
que se cruzan en medio de la mar.
Tus ojos me miraron, te miraron mis ojos,
y ya no nos veremos nunca más...
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